No dejes nunca de buscar tu verdad más profunda,
esa que te hace ser tú, ver el mundo a tu manera, aportar tu color, tu originalidad.
No seas copia, no renuncies a tu verdadero yo,
¡búscalo! y se fiel a ti, es lo mejor que puedes aportar al mundo.
¡No podemos perderte!.
Tenemos una responsabilidad grande:
conocernos, acogernos, querernos como Dios nos quiere
y ser fiel a ese reflejo que somos de ÉL.
Todos tenemos nuestras limitaciones, no somos perfectos,
pero a través de esas grietas Dios nos va haciendo ( si nos dejamos)
más humanos, humildes,
capaces de entender la debilidad del otro.
Acoge lo que eres, tu manera de sentir y tu historia.
Acoge ya ama lo que eres. Muéstrate con sencillez y profundo respeto.
Vive en tu verdad.
Sólo así serás feliz, sólo así sembraras luz y paz a tu alrededor.
¡Cuánta violencia y energías gastadas cuando queremos ser lo que no somos:
por miedo, por orgullo, por inseguridad, por sentirnos aceptados y valorados!
¡Cuánto sufrimiento y dolor provocamos cuando no acogemos a los demás como son,
cuando no acogemos, ni respetamos sus diferencias!
¡Qué mundo tan gris y violento generamos cuando pretendemos que todos sean del mismo color,
que todos sientan, se expresen, lean la realidad de la misma manera!.
¡Si Dios es tan creativo que hace brotar la vida con tantos colores y diferencias,
cómo nos va a soñar a todos iguales!
Cada uno somos diferentes, y ahí está lo genial.
Cada uno experimentamos la vida de manera diferente y eso nos enriquece, nos completa, nos sorprende.
¡Dejemos que cada persona sea quién es en toda su plenitud!
¡Acojamos a cada uno/a en su autenticidad!
Y trabajemos por conocernos a nosotros mismos, aceptarnos,
respetarnos, querernos y desde ahí, ponernos al servicio de los demás.
¡Atrévete a SER TÚ!